354. The Beau Hunks
1ª Reflexión idiota sobre la música y los estados de ánimoSe está acabando una semana en la que he dedicado un buen puñado de horas a descargarme música y organizar y pasar a CDs la que tenía en el disco duro de este ordenador, que no me pertenece. Me llevo a casa más o menos palmo y medio de CDs. Internet es el mejor regalo que el Progreso nos ha hecho a los pobres. Por un par de tarrinas de discos regateados a un señor calvo en el rastro, voy a añadir a mis estanterías aproximadamente 1.000 € en música, en caso de que la hubiera comprado por su precio real en tiendas. No se lo digáis a la SGAE.
Como siempre, alterno música de mis
entertainers contemporáneos habituales con rarezas de cuando el mundo era en mono y en blanco y negro. Y en estas que me he agenciado casi todo lo que han publicado los
Beau Hunks, un sexteto de jazz de origen holandés que dejó grabados centenares de surcos en su afán por acompañar las piruetas, tartazos y
slapstick en general de, sobre todo,
Laurel & Hardy y los
Little Rascals. Ese jazz divertido, acelerado, esa música que ya nadie hace, que acompañaba los cortos de cine mudo o los dibujos animados de hace cincuenta años. He encontrado una página en la que uno se puede descargar un buen puñado de ejemplos de la música de Beau Hunks: el apartado
"download audio" de una estupenda página italiana sobre el Gordo y el Flaco.
Pero yo venía a reflexionar sobre otra cosa. Porque escuchando sus canciones de fondo en un butacón frente a la chimenea con un buen Cohiba entre los dedos (esto es mentira), pensaba en la
música que hace risa. En esas estoy en estos momentos, y no cejaré en mi empeño hasta que obtenga una conclusión.
A lo que me refiero es a si existe música que cause hilaridad, que haga reir. Música instrumental, por supuesto. No valen humoradas, chistes musicados ni acompañamiento visual a las canciones; está claro que los Mojinos Escozíos no nos harían carcajear así si escucháramos sus canciones en versión instrumen... Vale, es un mal ejemplo. Pero creo que se me entiende, ¿no? ¿Es posible que escuchar una canción (instrumental) pueda hacer reír?
En un momento dado, no es demasiado difícil ponerse melancólico escuchando la melodía de un solitario y sollozante violín desgarrando notas, como un llanto, o un piano lejano en el que alguien toca (mejor incluso si lo toca un poco mal) el
'Para Elisa'. Recuerdo que el más alto de los tres cómicos de Tricicle comentaba en una ocasión, siendo entrevistado en
Lo + Plus, que la vieja sintonía de Canal+, allá por sus comienzos, ese breve
jingle que sonaba durante la continuidad de la cadena mientras un óvalo color gasolina-arcoiris giraba formando el logotipo de C+, le ponía tristísimo siempre, aunque la escuchase en mitad de la mayor celebración festiva de todas. Una amiga mía me contó hace tiempo que se pone muy muy triste siempre que suena
'Friday I'm in love' de The Cure. Se pone a cantarla y acaba retorcida de triteza, como el Tom Hanks de
"Philadelphia" escuchando a Maria Callas. Mi colega el vasco escucha una gaita lejana y se le pone el vello de los brazos que parece Hellraiser (cree que en su anterior vida fue William Wallace)...
Yo tengo la mía. Tengo un hermano al que le saco doce años. Y cuando era sólo un pedacito de carne con chupete y se dejaba llevar por otro de sus recurrentes episodios de despertar brusco berreante en mitad de la noche metido en su cuna (que ocupaba precisamente el espacio que ocupa hoy la mesa de despacho donde se apoya este ordenador que estoy usando), lo único que conseguía calmarle y devolverle a los brazos de Morfeo era que cualquier otro miembro de la familia, o yo mismo, pulsáramos el botón que accionaba su juguete favorito. Éste juguete era la cabeza de un patito azul sonriente con un sombrero, formada en relieve sobre una especie de marco redondo, exactamente igual que los trofeos de caza con cabezas de animales en peligro de extinción que cuelgan en las paredes de los cazadores ricos, pero de plástico y de colorines. Cuando pulsabas ese botón, sonaba una melodía formada con pitiditos
midi. Y mi hermanito se iba tranquilizando, se callaba y se volvía a dormir hecho un ovillo. Yo me quedaba mirándole y pensándo qué clase de pesadillas tiene un moco de meses de vida, que ni ha visto películas de miedo ni tiene que pagar facturas ni sabe lo que es un monstruo ni tiene cultura humana de ningún tipo, que se sepa. Y mientras tanto yo le daba una y otra vez al botoncito del patito, porque si no mi hermano entreabría el ojo y me gruñía. 16 años después, cada vez que me viene a la cabeza esa anónima melodía
midi me invade la pena, la nostalgia me retuerce el corazón y me rompo en cien mil millones de pedazos.
Un segundo.
Ya estoy mejor.
Cada uno tiene ya elegida, lo sepa o no, la canción que debería sonar en su propio funeral. Y de igual forma, cada uno tenemos un puñado de canciones que, cuando las hemos escuchado suficientes veces en la vida (cinco veces es lo mínimo) se nos cuelan en el cuerpo, en el subconsciente o donde demonios sea, de tal forma que cada vez que suenan nos transforman y nos dan la vuelta al estado de ánimo. Se convierten en resortes que despiertan fibras adormiladas. Abren las puertas de nuestra euforia, nuestra líbido o nuestro lagrimal, del mismo modo que la melodía que tocaban los Goonies con aquel piano de huesos abría la puerta que daba paso a la siguiente pantalla de su
arcade subterráneo, o esas cinco notas que se inventó John Williams abrían las puertas del cielo para los marcianos en
"Encuentros en la tercera fase".
Cada uno tenemos tatuada en el encefalograma una o varias canciones, y en algunos casos nos es imposible vivir sin ellas. Por ejemplo, algunas nos revitalizan y nos insuflan la dosis de euforia suficiente para salir de marcha un viernes que estamos perezosos. La de Tom Cruise en
"Risky Business" era
'Old time rock and roll'. Yo patino en gayumbos por los pasillos escuchando
'Do you like me' de Fugazi,
'Santa Maradona',
'Suspicious minds', AC/DC, la famosa de Plastic Bertrand...; si encima esa noche he triunfado, resuena en mi cabeza la
'Cabalgata de las Valkyrias'; me provocan escalofríos de terror algunas baladas crueles de Albert Plá; me dibuja una sonrisa enorme
'It's a friendly world', que cantan REM y Jim Carrey en los créditos finales de
"Man on the moon"; no hay una sola canción de Frank Zappa que no me ponga de buen humor (los mejores ejemplos:
'Dancing fool',
'WPLJ',
'Be in my video',
'Joe's garage',
'Let's make the water turn black',
'Bobby Brown',
'The bebop tango',
'In France'...). Sólo hay una canción que me torna melancólico de todo el repertorio que le controlo:
'Uncle Remus'; Minutemen me ponen las pilas; Tom Waits me anima a charlar e ir de bares; el jazz judío de John Zorn me transporta a otros planetas; los Ramones me dan ganas de rocanrolear hasta morir; Charlie Rivel tocando la trompeta creaba la música más agridulce del Universo; y escuchar tan sólo dos segundos de
'Suavemente' de Elvis Crespo me invita a matar...
Pero dejando de lado los complicados recovecos psicológicos que puedan hacer que hasta una canción de Mónica Naranjo me ponga tontorrón porque me recuerda a una chica, a un viaje, a un beso, a un amigo que murió y a un pasado que siempre fue mejor (y a todos os pasa algo parecido, no me miréis así, no me vengáis con purismo musical ahora), se puede decir que hay canciones objetivamente tristes y canciones objetivamente alegres. Esto tiene que ver en un porcentaje muy alto con la armonización empleada y con los instrumentos que la dan forma.
Pero en el caso del humor, por más vueltas que le doy (y dando por hecho que mis conocimientos son y serán reducidísimos por más tarrinas que llene de emepetreses de aquí a diez años), no se me ocurren ejemplos tan gráficos de música (insisto, instrumental) que provoque la carcajada, que haga aflorar los poderes curativos de la risa. ¿Hay música que hace reír?
De momento, no me queda más remedio que quedarme con los Beau Hunks, Raymond Scott, Carl Stalling o la Metropole Orchestra. La banda sonora de la risa más inocente y pura. Mientras apago las brasas de la chimenea y aplasto el puro contra el cenicero, con este reducto de músicos doy por acabada, totalmente insatisfecho, la Fase 1.0 de mi investigación.
Seguiré investigando.
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