420. United 93
Acabo de ver
"United 93" y creo que me va a dejar mal cuerpo para toda la semana. En el último número del fanzine
2000maníacos, y preguntado por el estado de cosas en cuanto al cine de terror, el gore y la ultraviolencia en estos tiempos que corremos tras el atentado de las Torres Gemelas, el director español Nacho Cerdá contesta con gran acierto:
«A la gente le importa más si ha ganado el Atlético que si han explotado por los aires dosciento negros. Las noticias de Antena 3 son un monumento al género. Mientras te pasan los titulares se oye una música grotesca y festiva que contrasta con el drama que sufre la gente. Con semejante competencia, ¿cómo vamos a seguir haciendo cine? Lo de Paul Verhoeven en "Robocop" era visionario»". Efectivamente, la realidad superó a la ficción de una forma rotunda y contundente, con la vehemencia de mil millones terremotos. Nos convirtió a todos en adictos al folletín novelesco de los terroristas internacionales publicado en los
mass-media. El ser humano se transformó de un día para otro en devorador de dramas reales televisados de alto impacto, sin mediar la Eugenesia ni nada.
Si antes se decía de un fenómeno ruidoso y destruvtivo que era como si un elefante entrara una cacharrería, hay qué ver en qué tontería se ha convertido el dicho, desde el momento en que un gigantesco Boing 727 repleto de pasajeros entró en uno de los edificios más grandes del mundo atestado de oficinistas en hora punta. Y dos veces.
No puedo estar más de acuerdo con que, desde un punto de vista artístico, los espectáculos de provocación, los intentos de disturbar al público mediante fingidas imágenes de desasosiego y mal rollo, se han convertido en una actividad futil. Hay
performancers que siguen erre que erre follándose a cerdos en escena. Otros se cosen la piel a una cruz. Otros se amputan miembros. Se comen un feto y vomitan sobre el público asistente, en la galería más prestigiosa de Nueva York. Guau. Qué transgresión. Pero en ese momento un puñado de vidas sobrevuelan ese mismo espacio a merced de cuatro fanáticos anónimos que van a estrellar el vehículo en el que viajan a 800 kilómetros por hora contra un edificio de oficinas. Las primeras piezas artísticas se reducen a nada. Y además esa provocación no es tal; no es un ejercicio artístico, sino que es un terror real. Eso ha pasado realmente, aunque sólo lo hayamos visto por la tele. Aquel 11 de Septiembre de 2001 asistimos sobrecogidos a un espectáculo televisivo que aplastaba cualquier otro intento previo o posterior de acongojar al espectador.
Quizá en el arte, concretamente en el cine, la única forma que queda de sobrecogernos sea recrear ese terror máximo al que asistimos hace cinco años. Devolvernos las imágenes del terror más insano y auténtico que el mundho occidenalizado ha sufrido nunca.
No es una conclusión a la que haya llegado yo solo, sino que ha tenido que llevarme de la mano Alex Zinéfilo, un maestro, una de las personas que más información manejaban sobre la tan traída cultura del apocalipsis pre-11S, que hacía de linterna en nuestro paseo por ese bosque oscuro y tenebroso desde zines como el seminal y perseguido
Mondo Depravados, el asombroso boletín
E-Diktö que difundía por foros de internet, o el propio
2000maníacos que regenta con Manolo Valencia. Dado como está el patio, el propio Álex Z. ha desistido. Hasta donde yo sé, abandonó por completo los boletines apocalípticos y conspiranoicos que haciá sin ánimo de lucro y con mucho ánimo de abrirnos los ojos a los menos espabilados, y se dedicó a sus labores (la tienda de DVDs raros que atendía junto a Jordi Costa en Malasaña o algo tan alejado del mal rollito como los guiones de Cámara Café). Pero recientemente
ha vuelto al hiperespacio. Con un blog que, lógicamente, está de vueltas de todo. Como él sabiamente explica después del 11-S, y con millones de millones de páginas de información poco contrastada a sólo un click, poco sentido tiene editar boletines contraculturales. Lo único que puede tener sentido es bucear en los terrores artísticos inducidos por el Terror Mundial.
Hoy he hecho mis deberes, y he aprendido la lección delante de la tele del
loft, viendo
"United 93". No tengo una vis crítica muy desarrollada, así que no puedo decir teniéndolas todas conmigo que la película es amarillísima, sensacionalista y exagerada. Porque como la realidad superó a la ficción... Quiero decir, que basándose como hace en lo que pasó en los últimos minutos del vuelo del cuarto avión estrellado, como espectador me siento en la obligación de dar crédito a lo que alguien que me merece respeto como Paul Greengrass me está contando. Otro gallo cantaría si la película me la hubiese contado Jerry Bruckheimer, con Mel Gibson y Vin Diesel haciendo de heroicos pasajeros. En ese caso me habría ido personalmente a Hollywood a meterles el DVD por el culo. Pero con ese reparto de actores desconocidos, con tan pocas concesiones al espectáculo
hollywoodiense mal entendido (en todo caso, lo único que puedo decir que me ha tocado las narices es que el motín en el United 93 y la toma de control de la cabina por parte de los heroicos pasajeros tuviese lugar en la última décima de segundo de la película, que me recordó a cuando a Stallone le tiran un misil nuclear, se aparta en el último segundo y salva la vida... Pero claro, señor Greengrass, usted me diría que así es como ocurrió realmente, y yo me o creería...) y con esa sensación de falso documental han conseguido meterme el miedo en el cuerpo. Más que miedo, la sensación ha sido incomodidad, desesperación pura y dura. Lo he pasado verdaderamente mal, y es una sensación que, no lo puedo negar, se disfruta (para eso se ve cine de terror), pero la habría disfrutado más si no fuse todo tan histórica y dolorosamente real y reciente: en ese caso el malestar se habría acabado con la próxima siesta, pero creo que me va a acompañar unos días, como decía justo al principio. El terror moderno parece una broma al lado de una película que está revolviéndote los demonios que llevas dentro.
Cuando yo era adolescente era tan listillo como ingenuo, y soñaba con hacer una pelíula de miedo que pusiese patas arriba las normas del género. Una película que no diese demasiado miedo cuando la ves, pero que se te metiera dentro e instalase pequeños resortes provocadores de susto que se accionasen mucho tiempo después de verla. Una película que te viniese a la cabeza montones de veces causándote escalofríos, durante el resto de tu vida. Le di muchas vueltas a esta idea. Pensé en personajes habituales en la sociedad que pudiese uno cruzarse un día cualquiera y pensar algo así como:
«ay mi madre, a ver si este va a ser el de la película aquella que...», y por supuesto se lo hiciese encima, mucho tiempo después de haber visto mi obra maestra. Pensé en rodarla con actores que posteriormente repitiesen las fechorías de la película en la vida real. O incluso el director (yo mismo) podría transformarme en asesino en serie y degollar a multitud de víctimas, años después de haber rodado una impactante película sobre asesinos en serie. En la vida real, mis víctimas podrían ser las mismas que habían muerto en la película, los mismos actores en situaciones calcadas de la ficción previa... Ahora que lo pienso, sería algo parecido al fenémeno de
"El proyecto de la bruja de Blair", pero realizando la campaña de marketing después de estrenada la película, y hasta sus últimas consecuencias.
No sé, no recuerdo mucho más de mi estúpida idea. Supongo que después de ocurrírseme daría otro trago de mi kalimotxo y seguiría de botellón como si tal cosa. Pero con los años me he acordado varias veces de esto: molaría una película que te diese miedo mucho tiempo después de haberla visto, en durante tu vida cotidiana. Supongo que cosas como
"United 93" es lo más parecido a eso, pero al revés. El terrorismo internacional da bastante miedo. Para eso está, es su cometido, y su propio nombre lo indica. El subgénero cinematográfico de terroristas internacionales pone los pelos de punta, si está bien hecho y es fiel a la realidad, sin más adornos ni heroísmos ni tonterías. No cabe duda de que el 11-S cambió el mundo de muchas y muy diversas maneras. Los niños nacidos después de la fecha, han venido a parar a un mundo en el que es posible que unos señores estrellen aviones contra edificios de oficinas, cosa que antes era inimaginable, ni siquiera en las más explícitas y exageradas películas de catástrofes aéreas. Ni aún siquiera en la ciencia-ficción. Por lo visto, el 11-S volvió a los creadores de películas de miedo más exigentes, y puede que con el tiempo transcurrido haya llegado el momento de una nueva generación de cine de terror que se te meta en las entrañas y te acompañe, como el que yo soñaba de crío.
No es el caso de
"United 93", ojo, pero la película me ha impactado y ha logrado el objetivo que le presuponía de ponerme en situación, venderme absolutamente todo lo que cuenta y hacérmelo pasar bastante mal, una vez desprovisto de prejuicios y contextualizando la historia en la cabeza, devolviéndome a lo que sentí cuando vi caer las torres en directo. Y es una experiencia que recomiendo. No creo que próximamente vea ninguna película de brujas ni de monstruitos que me provoque una sensación ni tan siquiera semejante. Tengo por ahí unas cuantas pelis de miedo en cola para ver, pero creo que será mejor que las posponga porque si no me van a parecer todas una descafeinada bosta de vaca. Ahora me apetece ver pelis de risa.
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[Para la gente que no se haya leído el texto (¿acaso alguien me lee?), vuelvo a poner el enlace al blog del maestro Álex Zinéfilo, para que no caiga al olvido y a nadie que entre aquí le pase desapercibido:]
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