484. DRIVE-IN BLOG #20"Huella" (Takashi Miike ,2005)
Os ofrezco dos ideas para alucinar hasta rozar el borde de la locura un sábado por la noche: la primera, coger un tazón de esos grandes donde se toman los quelos del desayuno, llenarlo de pastillitas de MDMA, rociarlo con leche y darse un atracón a cucharadas; la segunda es la que he hecho yo: pedir una pizza y meter en el lector de DVD una copia de "Huella", de Takashi Miike.
En este segundo caso, los efectos alucinógenos y lisérgicos, la percepción distorsionada y la sensación de irrealidad dura sólo una hora; porque "Huella"("Imprint" en el original) no es en realidad un largometraje, sino el episodio que dirigió Miike de Masters of horror, ese maravilloso experimento de terror a base de episodios autoconclusivos rodados por los más grandes directores de género de finales del siglo pasado (¿Tobe Hooper? Presente. ¿Dario Argento? Presente. ¿John Landis? Presente. ¿Don Coscarelli? Presente. ¿John Carpenter? Presente. ¿John McNaughton? Presente. ¿Joe Dante? Presente...), que parece un sueño diseñado por un friqui de cuarenta años. Concretamente es el último episodio de la primera temporada, que fue censurado y nunca emitido en EEUU, y que gracias a Manga Films desde hace unos días se puede comprar o alquilar (o hurtar en la Red, o vaya usted a saber) en una raquítica pero muy plausible edición en castellano.
Supongo que todo el mundo conoce a estas alturas a Takashi Miike, aunque sólo sea de oídas. Es ese japonés con cara de mala leche y celebro podrido que nos regaló marcianadas como "Visitor Q", "Audition", "Llamada perdida", "Zebraman", "Ichi the killer" o la saga de "Dead or alive". Sí, ése del que todo el mundo habla. Un tipo que ha dirigido aproximadamente dos millones de películas, todas rarísimas y desconcertantes pero estéticamente impecables y poderosamente adictivas, que escupen unos fotogramas que se te enganchan a la sesera como la sarna se aferra a los perros pulgosos, y para las cuales habría que inventar nuevos géneros, nuevas letras en el abecedario más allá de la Z, y nuevas palabras para denominar las sensaciones que produce el visionado de sus escenas más impactantes, esa mezcla de repugnancia, susto, carcajada, incomprensión y morbo, bien todo a la vez o bien oscilando a voluntad de Miike y su ecualizador de sensaciones.
La peli está ambientada en el siglo XIX, y narra (de forma lineal pero trufadita de flashbacks) la historia de un periodista yanqui que anda como loco buscando a Komomo, una puta de la que se prendó años atrás. En su aventura llega a una isla habitada sólo por putas y demonios, donde conocerá a otra meretriz con la cara desfigurada que le contará la verdadera historia de lo que le sucedió a Komomo. Hasta ahora todo va bien, el planteamiento es romántico y bonito, los personajes son enternecedores e interesantes. Pero la historia de la mujer con la cara chunga y el destino final de Komomo es un delirante cóctel de provocación, putrefacción y sanguinolencia, y Miike nos lo cuenta con una parsimonia acojonante. Va destripando tabúes sexuales y mostrando crueles aberraciones como si nos estuviera contando Caperucita Roja, sin detenerse apenas en cada una de las escenas o ideas impactantes, sino sumergiéndonos en una catarata de tabúes destripados, escenas impactantes e ideas aberrantes, que le hacen a uno plantearse si debería o no estar viendo esa película, o si acaso es que esa película le está viendo a uno, si será posible que a alguien se le ocurra rodar cosas así, o si es que uno se equivocó y les pidió a los de la pizzería mescalina en lugar de extra de queso.
En realidad no es la película más descalabrante de las que he visto de Miike (de momento gana "Visitor Q"), y de hecho tiene bastante de terror al uso. Lugares comunes (clásica cadencia susto - calma - susto, bosques, niebla, leyendas urbanas, monstruos, sangre, fantasmas...) y esas cosas. Sustituyendo detalles exóticos como las pintas de las geishas o ese desasosegante aroma tan particular de las historias orientales, varias escenas me han recordado al cine clásico de terror ochentero americano. Incluso "eso que le sale de esa parte a esa chica" (es que no quiero dar muchos datos), a pesar de ser una idea tan desquiciada y enfermiza, ya lo he visto otras veces en películas más baratas y cutres de hace muchos años. Lo que pasa es que Miike juega con todos esos elementos, los agita y los vomita de una forma única, atractiva y delciosa. Y repleta de tabúes, provocación y libre expresión de ideas sin traba alguna. Desfilan tradición y modernidad, explícitas escenas de sexo, gore muy imaginativo en primerísimo plano, fetos voladores, incesto, violaciones, tortura extrema, bondage, chistes malos, ultraviolencia, nueva carne, carne quemada y carne picada, así como si nada, todo ello mostrado en planos muy bonitos, y jugueteando con la prisa y la pausa de una forma muy particular. Y encima hace películas como churros, toda interesantes y diferentes del resto del cine del mundo. Conocerlo es amarlo.
Y ahora, para calzar el texto en la horma habitual de la sección, pongo un youtube con el trailer:
P.D.1: Cuando estaba ya acabando la peli, mi gato Fredi, que estaba durmiendo a mi lado, se ha desperezado y se ha ido a la cocina. Se ha subido en la pila y ha estado bebiéndose los restos de un café que había dejado a medias después de comer. Todo esto sin que yo me diera cuenta. Y claro, de repente se ha transformado en una bestia desenfrenada. Correteando y dando saltos por la casa como loco, ronroneando de una forma como nunca le había oído, y sin parar de hacer cabriolas aunque se chocara torpemente con los muebles. Me he dado cuenta cuando ya había terminado la peli y apagado la tele. Fredi iba y venía del salón a la cocina totalmente fuera de sí, a la velocidad de la luz, de un salto se subía otra vez en la pila y chupeteaba la taza con restos de café, y de otro salto cruzaba la casa y se subía en la tele. Total, que aunque la película en realidad no da mucho miedo, hasta que he descubierto que era el chute de cafeína confieso que me he acojonado bastante, por un fugaz momento se me ha pasado por la cabeza que el bicho estaba poseído. Soy un cagao.
P.D.2: Como en realidad no tengo mucha idea de cine, me da un poco de vergüenza mencionar esto sin haberlo contrastado con ningún entendido ni haber leído nada, pero resulta que hoy también he visto, a mediodía, "Palíndromos", lo último de Todd Solondz, y creo que hay al menos dos obsesiones en común muy obvias en la obra de ambos directores, a los que se considera dos de los iconos del cine más puntero del siglo XXI en Occidente y Oriente, respectivamente: me refiero a todo eso de la provocación y la exposición abierta de tabúes sexuales, y la exploración en el lado más enfermizo de la familia y las relaciones sociales. Es así, ¿no? ¿Puede ser? El caso es que varias películas que he visto tanto de Solondz como de Miike tienen escenas de violaciones, pervertidos, incesto, sexo entre niños y cosas así. Pero a mí me mola cómo lo hace Miike, sin alardeos, sin trampas y sin morbo fácil, mientras que algunass películas de Solondz que he visto ("Happiness", "Cosas que no se olvidan" y "Palíndromos"; "Bienvenidos a la casa de muñecas" sí que me gustó mucho) no tienen nada que envidiar a los telefilmes sobre violadas que echa Antena 3 a la hora de la siesta. Son dramones aburridísimos, con sus dosis de gafapastismo y su estética MTV, pero insufribles, que da la sensación de que sólo pretenden provocar y tocar los cojones a los más pacatos, mostrar aquello de lo que no se habla, y todo hecho de una forma lenta, lenta, lenta, en cuatro largas escenas crudas, hiperrealistas y soporíferas... Miike reivindica la libertad de expresión y el derribo de muros formales, pero con más gracia, como si estuviese años luz por delante del pensamiento occidental. Supongo que en realidad es por eso, por las diferencias culturales. No lo sé. Algo tiene que ver también que Solondz hace realismo social y Miike realismo mágico y cuentos fantásticos, y a mí del cine me gusta sólo el de evasión. Sólo sé que Solondz aburre a las ovejas a las que no hace cargar las tintas, y Miike MOLA. A lo mejor cuando madure, o cuando por fin lea el libro de Jordi Costa sobre Todd Solondz cambio de opinión, pero a día de hoy pienso esto. Sé que es una reflexión bastante tonta , pero se me ha ocurrido y la dejo caer.