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El anuncio de aquí arriba (tal y como están las cosas me apresuro a decir que lo saqué de
aquí), que si pulsas sobre él podrás descubrir que es un tebeíto que anuncia Corn Flakes de desayuno, a partir de un detective que soluciona el robo de un diamante (e invita a los niños a unirse a su equipo), me viene que ni pintado (está pintado) para hacer otro tipo de publicidad, y contaros un secreto:
ya tengo un objetivo en la vida.
Es que han abierto al lado de mi casa una tienda que se llama Le Plus Chic (se subtitula "Desayuno con diamantes"), que ofrece desayunos ultrapijos, a base de tés de miles de colores, cafés sacados de cuentos de hadas y especias de dulzores inéditos de marcas rimbombantes y exclusivas. Es una pequeña cafetería, pija como ella sola, ideal para que se tomen un cafelito los nuevos ricos de Chamberí o los marqueses de la Zurraspa, que deben vivir por aquí cerca. Porque anda que no hay bares en el barrio, con sus chevalieres, sus madalenas siempre de ayer, sus churros fluorescentes, su cafetera a pedales, su Qué, su 20 Minutos y su colombiana barriendo, como para que nos monten un chiringuito que parece sacado del hall de un hotel-casino de Nevada. Además, a mí me jode especialmente su existencia, porque esa esquina estaba ocupada hasta ahora por un bar de ruacanrol muy majo, que albergaba la última mesa de billar en kilómetros a la redonda.
¿He dicho me jode? Quiero decir, me jodía. Porque mi curiosidad ante semejante espanto de comercio pijo lleno de espejos y botes en idiomas eslavos, ha ido aumentando progresivamente, y aunque todavía no he osado entrar, me voy acercando un poco más cada día para descubrir en qué consiste, porque curiosamente siempre está bastante transitado. Al principio miraba de reojo cuando iba a sacar la basura; después paseaba a su lado leyendo un periódico al que le había practicado dos agujeros, para curiosear en el dichoso Le Plus Chic sin levantar sospechas entre los parroquianos del barrio; últimamente me acerco con menos timidez, mostrando mi curiosidad garrula más o menos al estilo de los chimpancés de "2001" alrededor del menhir. Y así, he conseguido averiguar qué se cuece ahí dentro.
En mitad de un barrio humilde y chapadete a la antigua, éste extraño garito ultra-pijo y futurista es como un oasis fuera del espacio-tiempo. Porque aunque Chamberí es históricamente conocido por ser un barrio acomodado, sus habitantes, o bien somos milcieneuristas de alquiler, o bien ancianísimos que jamás pisarán otro lugar que no sea su casa, el bingo, el cine (sólo los martes de la tercera edad), la iglesia, el manifestódromo o el Viena Capellanes / Rodilla; aunque poco a poco, tímidamente, van ocupando asientos en las docenas de Starbucks que han abierto en la zona, al lado de los adolescentes y los publicistas que se pasan allí todas las horas del día (es curioso, por cierto, cómo los adolescentes de ahora ya no se reúnen en los "recre", sino en el Starbucks o en el Bershka; pero ése es otro tema). A lo que voy es a que es una cafetería a la que no le veía mucho futuro. Pero resulta que siempre está llena, como decía. Y el motivo es que allí se organizan continuamente saraos, meetings, briefings y cocktails para ejecutivos de alto standing, de algunas empresas de la zona y de alrededores. Por lo visto las empresas, después de la charla en la oficina, cogen el autocar y llevan a los encorbatados curritos a ese rincón del viejo y castizo chamberí a tomarse cafés exclusivos traídos desde islas que no salen en los mapas.
Pero, sobre todo, la actividad más lucrativa de Le Plus Chic, que es a donde yo quería llegar, es el servicio a domicilio de sus desayunos. En una de mis rondas curiosas, me harté de valor y me acerqué hasta la puerta a coger un pasquín en el que por fin me sacaban de dudas: a través de internet (
www.desayunocondiamantes.com), o yendo directamente al chic-chiringuito, puedes solicitar que te lleven un desayuno a la cama. Y en el momento que leí aquello y vi las tarifas, supe que tenía un motivo para vivir: sabiendo que me quedan apenas dos meses de curro, porque cierra la empresa en la que me prostituyo actualmente, he decidido ahorrar un poquito cada día en una hucha, y mi primer día libre gastármelo en uno de sus opíparos y gargantuescos desayunos.
Porque la idea es bonita (mandar un botones a casa de la amante para que le lleve unas rosas y unos bizcochos, uno queda como un conde), pero es que los precios son para estrellas de cine: los precios de los dichosos desayunos a domicilio cuestan entre 70 y 250, ahí es nada. ¡Por un desayuno!
«Por ese dinero me voy a tomar el aperitivo al Bulli y luego unos macarrones en Little Italy, gastos de viaje incluídos», es lo primero que pensé. Pero ya no me quité la idea de la cabeza, y NECESITO darme un homenaje de estos.
Si uno lo mira detenida y fríamente, los precios tienen su explicación, más o menos. No se trata de un café con leche y un cruasán, claro. Por ejemplo, el desayuno Le Plus Chic incluye:
Té blanco o de jazmín, café, frutas color blanco, mantequilla, tostadas de pan normal, tarrina de miel, frutos secos, zumo específico, agua mineral, bombones y leche. Azúcar o edulcorante, vela blanca. Además, te lo llevan a casa, y te quedas con la vajilla, que en este caso incluye:
bandeja, taza, cuenco para las frutas, lecherita, cuchara de té, cuchillo, teterita de cristal o colador de metal. ¿No os parece maravilloso? Además, la vajilla la eliges a voluntad (hay conjuntos para niños, para el día de la madre, para San Valentín, para el Día del Orgullo Friqui...) y se puede pedir que incluyan cosas como un bouquet de flores, un "anillito de la suerte" (asombroso), un ¡masaje! o ¡¡que te lean las manos!!
Supongo que el botones llama a la puerta y te saluda con una sonrisa deslumbrante (doy por hecho que no es un mensajero rumano con chepa, sino que se parece a Truman Burbank y te abraza con su mejor sonrisa). Luego te pide permiso para llevarte el carrito con las viandas y las sorpresas (que luego te quedas, no lo olvides) hasta el dormitorio o hasta la terraza-con-jacuzzi del ala norte de la casa. Te sirve los cafés, los tés y los fluidos paradisíacos que has seleccionado sin modificar lo más mínimo el rictus... Espero que se pueda también elegir al botones. Yo quiero que me lo traiga una botonas, por supuesto. Sobre todo si al final me decido, como tengo en mente, que mientras mordisqueo la primera tostada (de 6) me de un masajito de chocolaterapia.
Lo digo en serio, quiero mi desayunazo con diamantes. Ese nuevo negocio del barrio me tiene obsesionadísimo y no dejo de pensar en ello. Me he puesto fecha: el 3 de septiembre, que vuelvo de una boda en Vizcaya. Sé que es una frivolidad como un campanario, pero creo que voy a levantarme de mala hostia hasta el día que me encargue mi
Desayuno Zen con anillito de la suerte.
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