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Vamos a ver, sé que os vais a burlar, pero me la repampinfla. Os lo tengo que contar...
Hoy es domingo nosecuántos de julio, son las doce de la mañana, y estoy conectado a internet vía wifi desde el Starbucks de la placita del Mercado de Fuencarral.
Además, llevo puesta una camiseta que dice “Soy una guarra”, unos pantalones cagaos y raídos con esmero por un diseñador amigo mío que es gay en un 90%, unas sandalias tipo cangrejeras de piel ovina de 70 euros, una viserita vaquera, un tatuaje japo en el tobillo y una chapita de Pumuki. Antes de venir hacia aquí me he despeinado cuidadosamente con la mano embadurnada de fijador del que anuncia Paulina Rubio, faltaría más, y después he quedado con kevinT32, mi mejor amigo del curro para tomarnos unas aguas minerales, y luego con andrea_wg, mi mejor amigo de la RESAD, para ir a ver borrachos el ensayo de Cuca Y Sus Putarracas, el grupo de mis mejores amigas de la escuela de diseño, que mañana dan un concierto en exclusiva para Wii.
No, este párrafo es mentira. Aquí con mi portátil pego menos que una monja en el festival de los Monegros, pero mola porque nadie te mira. Sí es verdad que estoy aquí, y además estoy actualizando mi blog, que no es moco de pavo.
Resulta que ayer un amigo me regaló un portátil. Así, tal cual, casi como quien te ofrece un cigarro. Un Airis que tiene dos años recién cumplidos, acaba de perder su virgini garantía y se supone que tiene manchas violetas en los bordes del monitor. Pero apenas se notan. Mi amigo se pasa el día pegado al ordenador, así que en cuanto vio que parpadeaba ligeramente la pantalla, se compró uno nuevo. Y me preguntó si lo quería. Ha sido muy rápido. Hace dos días ni me planteaba tener un portátil, y estaba ahí haciendo mi vida esperando a que me arreglasen la conexión de casa (que se me ha vuelto a joder, por eso he estado sin dar señales de vida), y ahora estoy aquí, probando la conexión inalámbrica, tomando el sol delante de un pantallón como el del Roxy A. Fui primero a una cafetería menos moderna al lado de casa, pero no tenían habilitada la wifi; y me chivaron que en este Starbucks de aquí uno se puede conectar gratis, que se pilla la frecuencia de un negocio contiguo, o algo así. No sé mucho más, todo esto es nuevo para mí.
Por lo demás, ha sido otra semana socialmente atropellada y desastrosa en lo ahorrativo. Y ayer se me acercó Marta a la terraza de Conde Duque en la que estaba, y me dio tal abrazo y tal besazo que me ha dejado obsoleto. Ahora me voy al rastro con dos de mis amigas jipis. Esto es verdad.Etiquetas: Twitter
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