570. Blaze Starr goes nudist
El otro día me pegué un buen maratón de películas de Doris Wishman. Ya había visto hace tiempo sus más conocidas piezas de exploit mamario (
"Double agent 73" y
"Deadly weapons"). He estado curioseando, casi siempre con el botón de fast-forward apretado, por otras de sus extrañas y gomosas películas (repletas de sustos, pop, camp y mujeres de medidas 900-60-90), como la estupenda
"A night to dismember" (protagonizada por Samantha Fox), el excitante pero terrible dramón disuasorio
"Another day, another man" o el soft-core con suspense
"Love toy" (que está bastante bien). Pero con la que mejor me lo pasé, con la que me reí a mandíbula batiente, fue con el documental mondo
"Blaze Starr goes nudist" (1962). En realidad no es un documental, sino la historia de una aburrida ama de casa de pechos como zepelines, que se va al cine a ver un clip sobre un campamento nudista y se obsesiona con la idea de abandonar al sosainas de su marido e irse a vivir a uno. Y el grueso de la película son escenas de sonrientes señores y señoras en cueros paseándose por el césped, jugando al ajedrez, pescando o fumando en pipa. Lentas y aburridas escenas (eso sí, muy coloridas, puro camp) de la vida en un campamento nudista, narradas por una especie de Troy McClure velludo.
Lo divertido del asunto es que, por supuesto, las escenas de desnudos jamás muestran pelo, sino exclusivamente torsos desnudos de cintura para arriba o gente enseñando el culo. Así, Doris se esfuerza en que siempre que sale un plano de una persona de cuerpo entero de frente, lleve taparrabos. Es muy hilarante una escena en la que un señor y una señora nudistas se cruzan en mitad de un camino, y se saludan muy felices. Él viene de frente, y lleva bermudas; ella está de espaldas, y por supuesto va totalmente desnuda.
Pero el colmo de la risión involuntaria es la escena del partido de volleyball, que me arrancó sonoras carcajadas y que he querido compartir en forma de cromo: debido al ángulo de la cámara, ¡el equipo de la derecha lleva bañador, y el de la izquierda juega en pelotas!
Creo que es una curiosidad bastante simpática. Qué tiempos aquellos. Con lo fácil que resulta ahora descargarse de internet cien horas de sexo gonzo extremo entre dobermans y niñas de parvulario.
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