579. Ventanas secretas
He estado viendo
"La ventana secreta", que es una película que veo de vez en cuando, cuando tengo una "tarde de ver
La ventana secreta". Tengo otras tardes en las que siento la necesidad de ver otras películas por enésima vez, o de ponerme tal disco, o de irme a ese bar que me mola a tomarme un cóctel y que me pongan esa canción. Ésta es una película que me encanta. Tiene montones de elementos conjugados que la convierten en una golosina para este tipo de tardes. Está Johnny Depp, haciendo de un Johnny Depp solitario y mohíno al que se le aparece un John Turturro que cecea para tocarle los huevos a cuenta de una novela plagiada. El argumento es cojonudo desde el principio, y es difícil que no te atraiga. Pero también está el bosque en mitad de la nada, al lado del lago, que seguro que un psicoalanista diría que es un símbolo de algunas cosas que tenemos encharcadas dentro, y que a mí me gusta revisitar en las películas. Está la cabaña enorme de madera, en la que evadirse. Y Depp sólo con el portátil y con su gato; digo con su perro. Y luego está la historia, que es puro Stephen King. La peli no tiene ningún tipo de excesos, ni de subtramas, ni de follones mentales. Es sólo una historia de suspense con asesinatos, una cabaña en el lago y un tipo asocial que está con un albornoz raído, solo en su universo, con su mascota, escribiendo en un portátil.
Este fin de semana no podía terminar de otra manera para mí, más que con
"La ventana secreta". El final es supertramposo, una sucia triquiñuela de esas que repite Stephen King una y otra vez, pero me da igual, a mí lo que me gusta es la idea que me transmite, el regusto que me deja y al que me apetece regresar una y otra vez. También tengo mi "Bahía de Shooter", pero ahora me da mal rollo mentarla.
Ah, y en los créditos iniciales nunca parpadeo. Planeo sobre el lago y me sumerjo en la historia en una sola toma. Esa escena es una maravilla.
Hay algunas tardes ociosas en las que siento la necesidad de ver otra vez más
"Atrapado en el tiempo", y casi casi corear los diálogos. Por estas fechas, hacia el final del verano, todos los años sin excepción me apetece ponerme a escuchar viejos discos de melodías agridulces de Teenage Fanclub. Son "días Teenage Fanclub". Tengo muchas "tardes Billy Wilder", "tardes Chaplin", "tardes
Un cadáver a los postres", "semanas Superlópez", y muchas "mañanas de domingo Russ Meyer o incluso Joe D'Amato". Ah, y a menudo toca un "día lluvioso Tom Petty" aunque estemos a cuarenta grados, de esto ya he hablado alguna vez.
Por cierto, que lo que me apetece mucho hacer un día de estos es ir al zoo por segunda vez en mi vida, antes de que se extingan los grandes felinos y los manatíes desarrollen un cuello translúcido por culpa del Cambio Climático, o del Coco. A veces lo pienso, y me siento imbécil por vivir en un planeta que pertenece a los hipopótamos o a los elefantes, e ignorarlos de esta manera. Tengo muchas ganas de estar al lado de un león gigante, y bañarme al lado de un delfín, antes de que me haga mayor y el zoo me parezca un sitio maloliente y paradigmático de la crueldad e insensibilidad humanas.
De las ganas que tengo de estar cerca del mar, ya ni te cuento...
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