601. DRIVE-IN BLOG #28
Coches voladores de cineEn los
comments del
post sobre el capítulo americano más reciente de los Simpsons, y al hilo del cameo del legendario John Cazale como atracador adjunto de Steve Buscemi en la escena del secuestro en el Banco Central de Springfield, hablamos fugazmente de la fascinante y evocadora imagen que del deprimente New York se muestra en películas de los años setenta como
"Tarde de perros",
"Pelham uno, dos, tres",
"Taxi driver",
"Serpico",
Canción triste de Hill Street,
"The Warriors", etc. Salieron algunos título más, pero muchos los tengo pendientes de ver. Ahí decía que las escenas urbanas, sobre todo las de persecuciones, en ese tipo de películas y de esa época, son un fetiche visual grandioso, precioso, perfecto. Una imagen mental: el humo sale de una alcantarilla pestilente, mientras un vagabundo se hace un chino debajo de un puente colgante que atraviesa una glorieta putrefacta. Un madero que colecciona muescas por cada yonqui asesinado "en defensa propia", con una chaqueta de pana con coderas y unos vaqueros tres tallas más pequeños, con patillas, pasa en ese momento a doscientos por hora en un Dodge Monaco de incógnito, y pega una sirena portátil en el capó, haciendo ventosa, mientras su compañero tiene medio cuerpo fuera del coche, y dispara su magnum contra las llantas del coche que va delante, conducido por dos negros hijos de mil padres que visten jersey de cuello alto, gabardina marrón y un sombrero con una pluma larguísima en la copa. Todos llevan bigote, y cuando sonríen, les duele.
Yo
Canción triste de Hill Street la vi por primera y única vez cuando era muy pequeño, y apenas me acuerdo de otra cosa más que del poli negro que estaba loco, el que llevaba un sombrero de lana y mordía a los sospechosos en la oreja (también me acuerdo del Teniente Furillo, pero porque era clavado a un profesor mío, "el Furillo", al que pillamos besándose con otra profesora en el recreo). Pero lo que no se puede olvidar es su escena de apertura, la canción inicial. En parte porque era la misma todas las semanas (y a base de repetirla a uno se le tatúan las imágenes y la música), y en parte porque esos coches de policía, tan ligeros, tan solemnes, con amortiguadores de goma, que aparecen emergiendo de la comisaría mientras el
walkie atrona, son inolvidables.
Yo creo que la fascinación que tiene un niño con los coches de policía y los taxis de las películas americanas, es algo
froidiano. Seguro que tiene que ver con que de pequeños jugamos con cochecitos de Mattel o de Hot Wheels, que no se parecen en nada a la mierda de coches de nuestros padres, sino a las flamantes tanquetas que conducen los americanos en estas películas. Y además, jugamos sobre todo a estrellarlos unos contra otros en el asfalto. Hablando de Freud, no sé por qué la siguiente escena de
"Granujas a todo ritmo" (qué coño:
"Blues brothers", John Landis, ya en 1980) me la pone dura:
Los coches de policía americanos parece que estaban hechos de hoja(de)lata, y yo si hubiese sido director de cine de los setenta habría hecho trilogías enteras consistentes sólo en coches de policía volando por los aires. De esto nos enseñó mucho a los de mi generación el
Equipo A, por supuesto, a qué negarlo. Pero allí sólo volaba el coche de los malos (que solía ser un jeep; siempre el mismo jeep); el bello tabú pisoteado de hacer saltar por los aires a la autoridad, fue un gustazo que se dieron sobre todo en el cine de aquella época.
Pero si se habla de persecuciones de cine de los primeros setenta, hay que repasar la mítica escena de
"Bullit" (Peter Yates, 1968) para la cual paralizaron medio San Francisco, y se recrearon haciendo rebotar berlinas y deportivos por sus imposibles calles con forma de montaña rusa:
Aunque antes de eso, el viejoverde de Russ Meyer ya había calentado al público masculino con sus películas, que no son otra cosa que hermosos bodegones de tetonas y coches que van como balas. Seminal la famosa escena de la carrera de zorrones en
"Faster, pussycat, kill! kill!" (1965), de la que tanto ha mamado Tarantino para su última pajuela:
Bueno, ya que hemos mencionado
"Death proof", disfrutemos de otra persecución, al azar, del guirigay de ellas que ofrece
"Vanishing point" (Richard C. Sarafian, 1971), la referencia más explícita de Tarantino, incluso confesa, en su reciente ensalada de referencias (coches-patrulla voladores incluídos):
Como no hay dos sin tres, he aquí otra peli que sin duda Tarantantino ha visto un par de veces, y que contiene docenas de elementos que la convierten en una obra maestra: tetas, Sly Stallone encabronao, mal gusto e incorrección política, Roger Corman desatado, David Carradine autoparodiado, rock and roll, nazis, una imagen visionaria de los
reality shows, y por supuesto coches (de fantasía) voladores, silbadores, explosionando y atropellando ancianitas: ¡¡¡
"La carrera de la muerte del año 2000"!!! (Paul Bartel, 1975):
Al año siguiente, en 1976, se rodó otra película imprescindible para amantes de la velocidad y la mala baba (incluso para los que no tenemos carné),
"Cannonball!", toda ella rendida al poder evocador de los coches fuera de control sin causa. Repitieron Paul Bartel y David Carradine, que más que un icono del kung-fú bizarro debería ser un santo de la devoción de los gamberros amantes del
Carmaggedon y el
GTA, farruquiteros sin escrúpulos:
Alguien cayó en la cuenta, supongo que a vueltas con todo esto, de lo malos que podían ser los coches. Y acostumbrado como estaba a buscar el gen de mezquindad y locura que habita dentro de todos los seres vivos y los objetos para lucrarse con esas ideas, escribió una magnífica novela sobre un coche asesino, que en su traslación al cine es una de mis piezas de terror favoritas. Este señor es por supuesto Stephen King, y la película,
"Christine" (John Carpenter, 1983):
Reconozco que ésta era un capricho personal, y que tiene que ver con los coches de policía y las persecuciones sólo tangencialmente. Volviendo a éstas, a las persecuciones clásicas, no podíamos saltarnos las escenas más míticas de
"The Italian job" (Peter Collinson, 1969) y
"The French connection" (William Friedkin, 1971), auténticas loas al coche volador y al coche-que-explota así que volvamos con ellas:
Si hablamos de coches derrapando por las calles en la ficción setentera, es también inevitable detenerse en escenas míticas de
Starsky & Hutch y
Dos chalados y muchas curvas (
The Dukes of Hazzard), y ya que estamos completistas...:
Todo esto venía en realidad para rendir homenaje a esa escena imaginaria de la que hablaba al principio; la de los policías corruptos, las alcantarillas humeantes, los coches besando el suelo con los morros y saltando badenes... Escenas que nos llenan de adrenalina, que nos hacen sudar. Pornografía pura. Ha sido un recorrido breve pero intenso, por algunas de las que me han venido a la mente. Sé que me dejo muchas favoritas, doscientas mil películas policiales de los setenta y primeros ochenta, todo un género, por no hablar de la
vehiculoexploitation, con perdón (tantas y tantas escenas de persecuciones con bicis, motos, helicópteros, camiones, naves espaciales, trineos...), pero valgan las anteriores como somero ejemplo para el
Drive-in blog de hoy. No quiero terminar sin citar, saliéndome otra vez del tema, dos ejemplos más de acción vehicular que personalmente me vuelven loco: la escena final de
"Toy story I", la trepidante carrera para atrapar el camión de mudanza; y siempre he pensado que lo mejor de toda la trilogía de
"Star Wars" es la carrera de
motojets.
Yo soy un aficionado al cine de palo (¿un cinéfalo?), incapaz de hacer una lectura cinéfila de todo esto. Pero en el fondo, dentro de mí, algo me dice que hay una evolución en la historia del cine americano, en cuanto a esto de las persecuciones, que va paralela por supuesto a la evolución de los transportes y también de las técnicas de rodaje cinematográfico. Por supuesto, es una historia que yo no sé contar, y nunca sabré. Pero en mi subconsciente han quedado resquicios de viejas películas mudas en las que un señor persigue a otro montado en una vagoneta en plano fijo (y ante una "cuarta pared" estática, teatral), y películas de los años veinte en las que un tío a caballo intenta dar caza a un indio salvaje y rajarle patrióticamente el cuello, antes de la llegada de los complicados
travellings que permitían rodar el asalto a un tren por parte de unos forajidos, antes de las plásticas persecuciones urbanas que tanto me gustan y de las que he hablado, y que de ahí a las imágenes CGI de un transformer persiguiendo a la velocidad de la luz a una nave espacial en la tercera luna de Júpiter, distan varias décadas de evolución técnica. Así que me gustaría citar como fuente de todo lo anterior a una escena de Rodolfo Valentino persiguiendo a Louise Brooks en combinación montados en sendas alfombras voladoras, pero no sé hacerlo. Ni siquiera Youtube mediante...
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P.D.: me gustaría que alguno de vosotros, probables lectores, me refrescase la memoria y me haga aterrizar sobre una de las mejores escenas de persecución de toda la historia que no localizo. La de una vieja y mítica película del Oeste, que muestra la migración de centenares de vaqueros y vaqueras, en sus cabalgaduras y sus diligencias, hacia la tierra prometida, hacia aquellos territorios de nadie, para apoderarse de ellos. Es una de tantas películas del Oeste que vi de pequeño, y que no consigo localizar. Lo que sí recuerdo es que tenía una escenas, de pura artesanía, de cuando el cine se hacía con cojones y sin maquinitas, que le daba mil vueltas visualmente a la toma de la Estrella de la Muerte. ¿Alguien sabe?
Etiquetas: Drive-in blog, Sobre cine
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