672. Revista de prensa
Estoy completamente, patológicamente enganchado a la hemeroteca online de
La Vanguardia. Creo que no tiene solución. Ni como ni duermo ni me aseo. Me pono un sombrero de hongo y un bigote postizo y me limito a dejar pasar las horas leyendo la prensa de hace cien años. Es maravilloso. Las grandes noticias de portada sobre un peón de albañil que se tuerce un tobillo o una marquesa que va de compras (es decir, más o menos como ahora) me resultan interesantes, pero lo que no puedo dejar de leer, ni una sola coma, son los anuncios por palabras. Hace un rato me hice un breve, brevísimo recorrido por los primeros años del periódico, observando una transición muy interesante. Como digo, será un recorrido muy breve y cogido con pinzas, una pincelada. Me dejo decenas de recortes en el cajón, y no tengo ganas de ser exhaustivo, no quiero perder tiempo, quiero seguir devorando
La Vanguardia hasta que me ponga al día, y llevo 120 años de retraso.
Me llamó la atención el siguiente anuncio, que se publicaba casi a diario entre 1891 y 1898: las milagrosas Pastillas Bonald cloro-borosódicas a la cocaína, que curan todo tipo de enfermedades de boca y garganta:
Ya en 1900, el abanico se abre y para aliviar nuestros dolores de garganta podemos elegir entre las pastillas Amargós de cocaína cloro-boratada o las Crespo, de deliciosa cocaína-mentol:
Pero en los años 10, de golpe, empezamos a ver terribles noticias de primera plana, sobre desaprensivos que por un medio u otro se llevan la cocaína y la morfina sin pagar de los dispensarios, e incluso noveloscos fallecimientos de vecinos, que no salvaron la vida a pesar de los tratamientos médicos:
Por esta época, son innumerables las noticias relacionadas con hurtos de cocaína, opium y morfina en los dispensarios de drogas de Barcelona, así como la detención de alijos que provienen del extranjero. La vida en la Ciudad Condal parece que se está volviendo un auténtico caos, y el tráfico de medicamentos está a la orden del día. Voces muy autorizadas comienzan a condenar el consumo de cocaína y opiáceos terapéuticos, al mismo tiempo que los investigadores y descubridores de la cocaína reciben premios Nobel y felicitaciones por su gran aporte a la Ciencia y a la Humanidad. Los años 20 son un verdadero calvario tanto para los enfermos aquejados como para los fabricantes de cocaína. No obstante, todavía podemos encontrar anuncios como el siguiente:
Pero, también en 1920, lo más habitual comienza a ser que los anunciantes se esmeren en hacer saber al lector de
La Vanguardia que sus ungüentos y revitalizadores NO contienen cocaína:
Y desde entonces, y hasta el día de hoy en que esta sustancia de principio de siglo ha desaparecido por completo de la sociedad barcelonesa, todas las noticias que he encontrado en el periódico son condenatorias o se encuentran en la página de sucesos. No quiero aburriros más, pero me ha parecido curiosa la historia de esta cocaína milagrosa.
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