404. ADSL
Hola.
Este sugerente/repugnante cromo de aquí arriba, salvo cataclismos inesperados, marca un antes y un después en este blog, en el otro y, en general, en la vida de mi
alter ego virtual aquí presente. Porque hace sólo una hora, a eso de las 13.00 hora española, ha venido por fin un técnico de la compañía telefónica correspondiente y me ha dado acceso, definitivamente, a la enmarañada red mundial de telecomunicaciones. Por primera vez en la vida, tengo conexión ADSL en mi propia casa, en mi pisito del centro de Madrid.
He pasado unas navidades bastante ansioso; porque después de numerosos cambios de carácter laboral, de haber dejado tres curros en cosa de dos meses, de no encontrar ningún lugar bajo las estrellas en el que sentirme a gusto, y de estar a punto de coger un petate e irme a vivir a la playa con una chica a la que conocía de una semaa, los acontecimientos se han precipitado, y en lo que tardaron Papá Noel y los Reyes Magos en darse el relevo he convertido mi otrora desvencijado y lúgubre zulo chamberilero en un atractivo
loft con un innegable encanto: paredes en tonos pastel, muebles de IKEA a juego, cortinas de seda que caen en cascada sobre imponentes tiestos con plantas de un vigor que tira de espaldas, espejos de diseño, la pecera (habitada a día de hoy por tan solo tres supervivientes: Zappa, Hendrix y Mercury), más bonita que nunca, gobernando la entrada y haciendo de separación entre la zona de estudio y la sala de estar, potentes y cegadoras luces halógenas para cuando hay visitas y también delicados apliques de Natura para los momentos de intimidad... El detalle más acogedor lo crea la moqueta que por circunstancias tuve que poner para tapar el anterior sintasol, bastante raído por el tiempo. Es de color gris jaspeado, le da un aspecto estupendo, y paseándome descalzo por la casa me siento todavía más dinámico y juvenil de lo habitual. Pero no puedo ocultar que me estoy volviendo un quisquilloso y que me temo que en unos meses va a estar asquerosa. Pero no podía ser perfecto. Ah, compré también una mesa de mus profesional (plegable), con sus ceniceritos y su tapete redondo, que en un pis pas la monto en la zona diáfana central y ha dotado a nuestras timbas de una categoría que ya quisiera para sí el señor Mingote. También he conectado por fin el tocadiscos y la cadena como siempre había soñado, con un derivador de doble banda (o como se llame) que discrimina el sonido de uno a otro aparato a mi antojo lanzándolo poderosamente hacia los cuatro altavoces estratégicamente colocados a casi dos metros ochenta de alto, que dominan toda la estancia principal. Por cierto, que las cinco bolsas de cassettes de las que hablaba hace unas semanas, cuando mi casa estaba todavía rebosante de escombros, se las regalé a los obreros, y les hizo una ilusión enorme. Las 21 pulgadas de mi tele de Alcampo se me quedan pequeñas, y el DVD me empieza a fallar una de cada dos veces, pero ahora todo eso son minucias, puesto que como decía al principio, hace apenas una hora me han instalado el ADSL en mi PC de antepenúltima generación. El E-Mule ya está dando guerra, y ahora he venido aquí a dejar constancia con este cromo en el que salen tetas, porque por fin tengo ADSL, como decía, y voy a ver tetas hasta que me salgan pezones en las córneas, y es que, parafraseando al anuncio de "Érase una vez la vida" por entregas,
internet es «Como una enciclopedia, pero llena de tetas».
No quepo en mí de gozo.
Por una vez, mis amigos tienen cierta envidia del apartementito que me he montado, y no ven mi hogar como un simple lugar de encuentro pasajero semi-clandestino en el ver películas tirado en un sofá que se cae a cachos y derramar alegremente bebidas y palomitas sobre la alfombra. Unos dicen que la decoración es bastante gay; otros, que es bastante hippie (lo que realmente me ha dolido); y todos coinciden en que parece un picadero de diseño, que es de lo que se trata, en el fondo.
Me daba un poco de vergüenza confesar que nunca he tenido internet en mi propia casa, ahora que estamos a punto de entrar en el 3.0 y mis amigos empiezan a comprarse máquinas de realidad virtual y salas de peligro, pero es que el Progreso me odia. Supongo que ha llegado el momento de exprimir a fondo el invento y, mientras tenga tanto tiempo libre como preveo que tendré durante la primera mitad de este 2007, recuperaré el ritmo de posteo de hace más o menos un año, y
Frunobuland resurgirá de sus cenizas (esto lo digo por aquellos que han mostrado interés en mi otrora blog principal de relativo éxito internacional... Gracias, chatos).
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