Twitter #00049
Acabo de despertar de una siesta, y estoy en estado catatónico; bueno, es la palabra que me viene a la mente, pero en realidad nunca he estado en ese estado. Lo que tengo es una sensación mezcla de miedo, desubicación y vacío, un no saber ahora mismo dónde estoy ni por qué ni para qué. Coincide que anoche dormí muy poco, y que no tengo en la agenda ningún compromiso ni ataduras laborales hasta el próximo viernes, por lo que me siento como a la deriva, atontadísimo. Si hubiese despertado en un hospital, en el año 2136 o en mitad de una isla, creo que la sensación sería muy parecida a la que tengo ahora.
Y en realidad es una tontería. No es nada importante. En realidad ha sido un sueño muy guapo, pero es que yo duermo muy muy pocas siestas, y no estoy entrenado para despertarme de ellas sin sobresaltos, sin un despertador o una llamada. No estoy acostumbrado a montarme una película entera en la cabeza durante una pretendida cabezadita "de paso", sin interrupciones, y con esa cualidad de verosimilitud que tienen las imágenes oníricas durante las siestas, a mediodía, con el sol inundando la casa.
El caso es que tengo la mayoría de las imágenes muy recientes en la cabeza, y se me ha ocurrido dejar constancia de mi sueño, como hacía cuando era pequeño. Vaya por delante que yo tengo un sueño muy ligero, felino, y que desde que tengo uso de razón me pasa que el más leve sonido a mi alrededor (cuando no me despierta del todo) me mantiene tenso e impide a lo que hay dentro de mi cocorota desconectar por completo, por lo que habitualmente acabo cogiendo sonidos del exterior e incorporándolos a mis sueños. Incluso, en algunas ocasiones me pasa, por ejemplo, que en mi sueño está teniendo lugar una conversación ficticia entre dos personajes ficticios, y hay una televisión encendida de fondo cuyos diálogos se meten de pronto en el guión de mi sueño, descontextualizados, y encajando en las palabras que dicen mis personajes, hasta el punto que llego a predecir lo que va a decir el siguiente personaje real, el mindundi que está hablando en televisión. Como digo, con un puntito premonitorio que incluso me asusta.
Es una habilidad extraña, que yo supongo que nos pasa a todos, pero siempre que he sacado el tema en una conversación con mis amigos me han tomado por bobo o por mentiroso... ¿No os ha pasado nunca lo que digo, que durante un sueño liviano dos personajes hablan sobre algo, y de repente esperas la respuesta lógica de uno de los interlocutores, y tomas consciencia de pronto de que la respuesta que da el otro, la que esperabas, en realidad ha salido de la tele del mundo real? ¡La que esperabas!
No entiendo mucho de estas cosas, pero es algo que me ha pasado desde niño, y que concibo como posible e incluso lógico dentro de mi escepticismo y mi ignorancia, como una habilidad cerebral que todos tenemos pero "de la que no se habla mucho", por su inutilidad práctica, supongo.
Contaba esto para poner en antecedentes al lector sobre el sueño que he tenido durante esta siesta (que es a lo que iba), ya que ha sido un sueño cojonudo, porque tenía banda sonora, efectos especiales, montones de diálogos estúpidos (que no recuerdo) y un sonido envolvente megasurround de la hostia, todo ello provinente del mundo real, de la película que me había puesto a ver para conciliar el sueño con la mente en blanco, desde el portátil que tenía a escasos metro y medio de la cabecera del sofá en el que me disponía a ejercer mi derecho siestil.
Dicha película era "Transformers". La de este año, la que ha visto toda la Blogosfera friqui tres veces. Yo no la había visto, y de hecho sigo sin haberla visto, sino que me he limitado a escucharla mientras soñaba. Le he dado al play, y en cuanto ha aparecido el logo de (precisamente) DreamWorks, me he quedado plácidamente dormido, con la boca abierta y saboreando el postre.
Ahora viene mi sueño. Es breve. Apenas recuerdo el argumento. Pero es que ha sido superguapo: yo tenía una entrevista de trabajo en una empresa de algo. Una empresa grande y pomopsa, para algún trabajo de oficina rodeado de tiburones corporativos [aclaro, por despojarme de toda sospecha, que deseo con todas mis fuerzas NO volver a pisar una oficina jamás en la vida para trabajar en ella, y que no estoy ahora mismo buscando trabajo. Pretendo tirarme al menos tres meses más como parásito]. No tengo rastro mental de los prolegómenos sobre dicha entrevista. Sencillamente, mi avatar en el sueño sabía que iba a una entrevista de grupo en un edificio de oficinas. Iba cuesta abajo por una calle, y al llegar a la altura del sitio en el que se supone que iba a tener lugar la entrevista, me encuentro con lo que parece un local comercial, con un gran ventanal que me permite ver lo que está pasando dentro: un grupo de unas veinte personas están disfrazadas de piratas, con sus parches y toda la pesca, escuchando a otros tíos muy serios que están de pie, también ataviados como recién caídos de un cocotero; como también me ven a mí (y de hecho, todos me miran), no tardo nada en entrar y buscar mi sitio entre los entrevistados, por supuesto aguantándome la risa y despojado de todo atisbo de nervios ante la entrevista, en un sitio tan poco serio. Pero los acontecimientos se disparan [supongo que en ese momento algún giro inesperado tenía lugar en "Transformers" y la música se ponía solemne "de circunstancia"; no olvidemos que ese peliculónquetecagas era el que estaba llevando el ritmo de mi sueño], y de repente nos damos cuenta de que eso no es una entrevista normal, sino una especie de juego cuyas únicas reglas son "tonto el último": todo el mundo se pone a correr escaleras arriba, atropelladamente, pisándose y empujándose, tratando de llegar el primero a algún sitio, en una absurda "carrera laboral".
A partir de este momento, no me preguntéis por qué, ya no estamos disfrazados de piratas, sino de grises oficinistas estándar. Y por mi sueño se pasean no decenas, sino cientos de tristes entrevistados que corretean por lo que se convierte de pronto en un intrincado e infinito laberinto de oficinas, puntos de engorde, raspas de pescado con ordenadores y sobre todo pasillos y circuitos de asépticas escaleras de oficina. El resto de mi sueño, el cénit, lo que recuerdo [calculo, por el metraje de la película que mientras tanto estaba no siendo vista por nadie en mi portátil, que duró hora y media], se limita a imágenes de persecuciones y carreras, por tanto, a lo largo y ancho, parriba y pabajo en un gargantuesco edificio de oficinas de paredes grises, lleno de plantas y pasadizos.
Pero al loro, porque aquí viene lo bueno, lo que ha hecho que mi sueño sea la mejor peli que he visto en mucho tiempo. Enseguida tomo consciencia de que lo que está teniendo lugar en esa oficina no es una competición por un puesto de trabajo, sino por la supervivencia. Se sucede en mi cabeza, una tras otra, escenas de disecciones corporales en trampas que surgen de la nada, en mitad de habitaciones de oficina [al más puro estilo de "Cube", admito ahora; si bien es una peli que pasó sin pena ni gloria por mi tele, por lo visto le impactó a mi subconsciente], centenares de aspirantes a chupapollas oficinistas encontrándose con escaleras de incendios cortadas en las que encuentran la muerte cayendo al mar, y sobre todo siendo devorados por animales.
En mi sueño aparecían montones de monstruosos osos pardos, con ojos inyectados en sangre, que se escondían estratégicamente en alguna planta alta de la oficina, esperando ansiosos la llegada de los desesperados oficinistas para devorarlos. Enormes gorilas que pegaban gritos terroríficos y corrían a estrujar a los oficinistas y llenarlo todo de sangre. Poderosas serpientes asesinas. Tigres, leones y panteras, dios mío. Pájaros y Chimpancés que en mi sueño daban también muchísimo miedo (preguntadle a Freud) y trampas. Trampas mortales de todo tipo.
Esto es todo. Como ya he dicho, una vez vuelto a la realidad no iba a ser capaz más que de recordar el plot de la historia. Pues ya está: una larga y agónica sucesión de muertes de oficinistas en una absurda carrera dentro de una trampa de oficinas, en una especie de juego similar al de Monty Burns "En la montaña de la locura". Pero con oficinistas y muchísimos animales salvajes, que habían creado su hábitat en dicho edificio, como en aquel tebeo de Ka-zar en el que New York se convierte en la Tierra Salvaje, o en cualquier viñeta de Xenozoic Tales. También me venía a la mente, lo digo para el amante de este tipo de referencias visuales, el concepto de "Mundo futuro", una suerte de parque temático de la muerte y la destrucción de peoncitos corporativos, donde a alguien se le va de las manos su broma macabra. Pero con bichos en lugar de drones.
"Pues no es gran cosa", pensaréis. "Pues yo no iría a ver esa mierda al cine", diréis otros. "Pues vaya mediocridad de argumento que te has inventado", me gritaréis todos a la vez. Pero no, no tenéis razón. No estoy contando una película, ni un esbozo de guión ni nada de eso (yo no soy guionista, yo no soy nada de nada). Esto no es algo que hay que verlo, tenéis que soñarlo para entenderlo. Un sueño de esos retorcido e hiperrealista. Los mejores sueños son mucho más intensos que las películas, eso ya lo sabéis todos. Te despiertas con la sensación de que lo has vivido. Más aún, cuando los lugares en los que transcurre la acción te son muy familiares (varias "escenas" tuvieron lugar en el viejo edificio donde viven mis padres, y otras en las oficinas del Banco Santander en las que desperdicié casi dos larguísimos años enteros), muchos personajes del sueño son personas a las que conoces, amigos y ex-compañeros de trabajo, gente de mundos diferentes entre sí que has conocido en algún momento de la vida, y que quién sabe por qué macabros mecanismos se te aparecen en la cabeza y vas viendo cómo mueren uno tras otro, devorados por gigantescos gorilas que huelen mal y que pegan unos gritos terribles. Gorilas que hacían ruidos mecánicos al moverse [recordad que de fondo tenía puesto "Transformers"...], y todo esto acompañado de una banda sonora, sonidos de explosiones, gritos y jarana de todo tipo. Cuando mi reproductor de video se paró, me desperté bruscamente, con la boca pastosa, como si hubiese estado masticando bostas de gorila.
Ha sido como ver una peli en 3D puesto de anfetaminas. Como un viaje en una montaña rusa oxidada, que parece que se va a caer cada dos por tres. Muy real. Sé que sueña gilipollas así contado, y a mí mismo me lo parece una vez tomada consciencia de que ha sido un sueño bobalicón e infantil. Pero en cualquier caso lo quería contar.
Y ha sido, por cierto, un sueño sin moraleja ni significado alguno. No me toquéis los cojones, por favor. Que nadie me diga que el edificio de oficinas simboliza esta ciudad en la que llevo demasiado tiempo encerrado sin vacaciones, casi sin salir al campo a ver animalitos, o que el señor pequeñito que todos llevamos dentro me está pidiendo a gritos que me busque un trabajo de verdad, que no me puedo pasar la vida sin hacer nada, echándome siestas de dos horas y viendo tres pelis diarias. Por supuesto que puedo hacerlo. En esas estamos. Si acaso significa algo, es que el trabajo es una trampa. No creo en Freud, yo creo en Bob Black. Y punto en boca.Etiquetas: Land escapes, Sobre cine, Twitter
_____________________________________________________________________________________________