638. King of Kong
Me ha pasado una cosa recientemente que me tiene muy ilusionado. Cuando ya estaba a punto de tirar la toalla y ponerme a tocar la flauta travesera en la puerta del Carrefour para reunir ese sobresueldo que me ayudara a llegar a fin de mes, le di una patada a una rabanera de aceitunas negras (esto tiene sentido para mí, aunque no lo parezca) y me ha salido un curro que parece que lo hubiera diseñado yo. A partir de ahora, y que dure, voy a dedicar parte de mi (abundante) tiempo libre a escribir desde casa, por encargo, y al peso. Una cosa muy de la 2.0, de decorar la publicidad con letras, con su parte agradable y su parte más coñazo; con una parte creativa y entreteniad y otra parte desquiciante. En cualquier caso, haciendo cuentas creo que voy a ir sobrado otra vez, como antes de mi última hecatombe laboral. Y nunca había cobrado por trabajar en pijama comiendo donuts, y de momento me encanta. Quería contármelo, que todavía no es rutina, que estoy en ese puntito entusiasta, dando saltos en el trampolín.
Por eso no he puesto nada aquí estos días, aunque estoy todo el rato pegado a Internet, Pero poco en la burrosfera y más en la
businessfera. Pero es que acabo de ver la película del cromo, el documental
"King of Kong (A fistful of quarters)" (Seth Gordon, 2007), y creo que es la película más redonda, más épica, más trepidante, más emocionante del mundo, la historia más grande jamás contada, y además todo es real. Tenía que recomendarla.
Es que es brutal. La clásica historia del bien y el mal, Ying contra Yang, que es incluso anterior al hombre. Una fábula primordial, de superación humana, de sacrificio, de constancia. Con árbitros mezquinos que están del lado del malo, como en
"Karate Kid"; con tipos que traicionan al protagonista en su mejor momento, como en
"Rocky"; con un héroe incomprendido que recorre medio planeta para ver cómo su sueño es vapuleado por un redneck con mullet, demasiadas sospechas a sus espaldas y mucho dinero de dudosa procedencia, que siempre se beneficia de las podridas decisiones de los jueces de las competiciones nacionales de videojuegos clásicos, como en
"La Ilíada". Con un toque de
"Cabiria", otro de
"Tora, tora, tora", un poco de
"Los Mejores", otro poco de
"La venganza de los novatos"...
El argumento y los personajes parecen sacados, además, de
"Vaya par de idiotas", pero sin parodias, allí todos son reales: el soplapollas del mullet al que la cámara le pilla peinándose cada dos por tres; la octogenaria que defiende su récord mundial de Q*Bert; el del bigotito con el guante para jugar a
Marble madness; el zumbado que se pasa la mayor parte de su vida, atención, viendo partidas de
Pac-Man de 48 horas una y otra vez, las mismas partidas una y otra vez, grabadas en VHS, para comprobar si hay tongo; el árbitro internacional-cantante folk que se parece a Juan Cuesta también es real; y la niña de 10 que tiene las mejores líneas de diálogo cinematográfico de lo que va de siglo. Y luego están las hienas que están de parte del malo, que tratan de poner nervioso a toda costa al aspirante a record Guinness de
Donkey Kong, que van dando voces por toda la sala anunciando la "pantalla asesina" (parecía la escena de
"Zoolander", cuando Billy Zane anuncia que "va a haber un duelo"), que anteponen su vida a perder la cassette con el récord del malo. Todo es real, esa gente existe, y eso que cuentan no es una parodia de nada. No es lo último de los ZAZ, todo eso así, son imágenes de archivo, hay gente así, es asombroso. Es magnífico.
La música es cojonuda, es un protagonista más, como se suele decir. Como todo es tan oportuno que parece preparado, que hay un guión detrás, del mismo modo parece que hasta Robert Smith, Survivor o incluso Richard Wagner hubieran compuesto esas canciones para colarlas ahí, en el momento justo. Hasta la vieja del Q*Bert se murió durante la postproducción, para añadirle carga sentimental al conjunto. De verdad que superados los quince minutos de "qué demonios es esta mierda friqui", yo aplaudía con las orejas, daba saltos de alegría. Y eso que los videojuegos me la sudan. Me pasé el
Spy hunter y el
Commando, y en ocasiones juego al
Sensible Soccer, al
Scorched earth y al
Rampage, pero muy poco. Y me hacía peras jugando al
Larry's como todo el mundo, pero ya. Pero para el aficionado tiene que ser la mejor película del mundo. Ni
"Tron", ni
"Juegos de guerra" ni leches.
Y por cierto, no pulses
este enlace hasta un rato después de que hayas visto la película. Qué decepción, macho...
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